Hay algo que me duele, me duele en el oído cuando al hablar con algunas personas, éstas descuidada o intencionalmente, omiten el sujeto en las frases que componen al hablar, entonces escucho frases como las del meme: comunicar que mañana…, insinuar que se reúnan…, solicitar los papeles a entregar…, invitar al evento que organizamos…, etcétera.
Hace años nuestro trato interpersonal eran más coloquial, buscaba lo íntimo, cuidaba del otro al preocuparse por buscar las mejores palabras con las que nos pudiéramos comunicar. ¿O era solo yo? No, que yo recuerde, conocí personas que me podrían decir: "Quiero comunicarles que mañana…", " Considero adecuado insinuarles que se reúnan…", "Debo solicitarles los papeles entregar…", "Quisiera invitarles al evento que organizamos…", etcétera.
Era agradable hablar así, descubrir a un ser humano exponiendo sus deseos y pensares en las frases que me lanzaba, podíamos tocar la humanidad uno del otro al hablar. Si, me duele oír hablar así a las personas, con estas frases que no hablan con el otro sino simplemente sueltan información a un interlocutor a quien al parecer no es necesario identificar o acercarse. Me duele pero al mismo tiempo tengo respuesta del por qué sucede esto.
La Real Academia Española (RAE) describe este problema lingüístico de esta manera: "No se considera correcto, en el habla esmerada, el uso del infinitivo en lugar del imperativo para dirigir una orden a una segunda persona del plural, como se hace a menudo en el habla coloquial.[...] No debe confundirse el empleo desaconsejable del infinitivo en lugar del imperativo [...] con valor exhortativo en indicaciones, advertencias, recomendaciones o avisos dirigidos a un interlocutor colectivo e indeterminado, habituales en las instrucciones de uso de los aparatos, las etiquetas de los productos o los carteles que dan indicaciones, hacen recomendaciones de tipo cívico o prohíben determinadas acciones en lugares públicos: Consumir a temperatura ambiente; Depositar la basura en las papeleras; No fumar; Lavar a mano. Se trata, en estos casos, de estructuras impersonales en las que no se da una orden directa, sino que se pone de manifiesto una recomendación, una obligación o una prohibición de carácter general, en las que hay que sobrentender fórmulas del tipo Se debe consumir... / Es preciso consumirlo... / Hay que consumirlo... / Se recomienda consumirlo...; Debe depositarse la basura en las papeleras / Hay que depositar la basura a las papeleras; No se puede fumar / No se permite fumar; Debe lavarse a mano / Se recomienda lavarlo a mano." (http://www.rae.es/consultas/infinitivo-por-imperativo)
Cualquiera que haya leído un poco a Zygmunt Bauman y su retórica de lo “líquido”, una metáfora regente de la época moderna, sabe que las sociedades sufren continuos e irrecuperables cambios, como el lingüístico del que hoy me duelo. La modernidad que nos rodea nos incita a relaciones superficiales, rápidas, sin compromiso, egocéntricas, sin ejercer un verdadero cuidado por la otredad. Entonces ahora me pueden entender un poco más qué es exactamente lo que me duele, lingüistas como Saussure o antropólogos como Levi Strauss sentencian que nuestra forma de hablar moldea nuestra cultura y por lo tanto nos moldea como sociedad. Entonces digo yo, ¿Una forma de cuidar la calidad de nuestra sociedad no será cuidar la calidad de cómo hablamos? Parece chiquito lo que me duele, pero me duele porque se lo que implica, se lo que le está haciendo a mi sociedad.
Hace años nuestro trato interpersonal eran más coloquial, buscaba lo íntimo, cuidaba del otro al preocuparse por buscar las mejores palabras con las que nos pudiéramos comunicar. ¿O era solo yo? No, que yo recuerde, conocí personas que me podrían decir: "Quiero comunicarles que mañana…", " Considero adecuado insinuarles que se reúnan…", "Debo solicitarles los papeles entregar…", "Quisiera invitarles al evento que organizamos…", etcétera.
Era agradable hablar así, descubrir a un ser humano exponiendo sus deseos y pensares en las frases que me lanzaba, podíamos tocar la humanidad uno del otro al hablar. Si, me duele oír hablar así a las personas, con estas frases que no hablan con el otro sino simplemente sueltan información a un interlocutor a quien al parecer no es necesario identificar o acercarse. Me duele pero al mismo tiempo tengo respuesta del por qué sucede esto.
La Real Academia Española (RAE) describe este problema lingüístico de esta manera: "No se considera correcto, en el habla esmerada, el uso del infinitivo en lugar del imperativo para dirigir una orden a una segunda persona del plural, como se hace a menudo en el habla coloquial.[...] No debe confundirse el empleo desaconsejable del infinitivo en lugar del imperativo [...] con valor exhortativo en indicaciones, advertencias, recomendaciones o avisos dirigidos a un interlocutor colectivo e indeterminado, habituales en las instrucciones de uso de los aparatos, las etiquetas de los productos o los carteles que dan indicaciones, hacen recomendaciones de tipo cívico o prohíben determinadas acciones en lugares públicos: Consumir a temperatura ambiente; Depositar la basura en las papeleras; No fumar; Lavar a mano. Se trata, en estos casos, de estructuras impersonales en las que no se da una orden directa, sino que se pone de manifiesto una recomendación, una obligación o una prohibición de carácter general, en las que hay que sobrentender fórmulas del tipo Se debe consumir... / Es preciso consumirlo... / Hay que consumirlo... / Se recomienda consumirlo...; Debe depositarse la basura en las papeleras / Hay que depositar la basura a las papeleras; No se puede fumar / No se permite fumar; Debe lavarse a mano / Se recomienda lavarlo a mano." (http://www.rae.es/consultas/infinitivo-por-imperativo)
Cualquiera que haya leído un poco a Zygmunt Bauman y su retórica de lo “líquido”, una metáfora regente de la época moderna, sabe que las sociedades sufren continuos e irrecuperables cambios, como el lingüístico del que hoy me duelo. La modernidad que nos rodea nos incita a relaciones superficiales, rápidas, sin compromiso, egocéntricas, sin ejercer un verdadero cuidado por la otredad. Entonces ahora me pueden entender un poco más qué es exactamente lo que me duele, lingüistas como Saussure o antropólogos como Levi Strauss sentencian que nuestra forma de hablar moldea nuestra cultura y por lo tanto nos moldea como sociedad. Entonces digo yo, ¿Una forma de cuidar la calidad de nuestra sociedad no será cuidar la calidad de cómo hablamos? Parece chiquito lo que me duele, pero me duele porque se lo que implica, se lo que le está haciendo a mi sociedad.